Monday, May 11, 2009

De cuentos de hadas y otras madres

Parecía un domingo como cualquier otro, en el que debería seguir mi ritual semanal: tirar la basura, darme un baño, ir al mercado y preparar la comida que necesitaría el resto de la semana… pero había un detalle inusual: era el día de las madres. Al principio me asustaba la idea ya que la depre ha rondado muy de cerca, así que rompí la rutina de ama de casa y traté de ser la “Yo” que tanto extraño.

Me levanté un poco tarde, encendí la TV y pasé dos horas viendo programas “para niñas”, fui al mercado a comprar algo para comer esa tarde y al regresar me limité a realizar las labores indispensables para sobrevivir en la semana, “total, tengo muchas latas de atún”, pensé.

Tomé un largo baño con agua tibia, me puse un vestido y abrí mi propia Caja de Pandora, aunque esa es una historia que dejaré para mejor ocasión. Poco después volví a la sala y busqué algo entretenido en la TV; encontré una película en la que, para no entrar en detalles innecesarios, había un hombre viudo, lleno de deudas, con siete hijos que volvían loca a cada niñera que pretendía trabajar con ellos, una criada que intentaba mejorar su lectura practicando con cuentos de hadas y una tía aristócrata que apoyaba económicamente a esta familia a cambio de que le cumplieran algunos caprichos. Como en el caso de Mary Poppins – pero sin canciones de trabalenguas -, llega una niñera mágica a cambiarlo todo, a llevarle felicidad a esos siete niños que extrañan a su madre y alivio a su atormentado padre.

El detalle que hizo especial para mí esta historia, fue que al final las imágenes eran un tanto opuestas a los típicos cuentos de hadas; era un cuento más, basado en otros ya muy conocidos, pero rompiendo algunos de los clichés que tanto odio. Justo en el momento en el que todo empieza a cambiar, para tener un final feliz, el azul cielo se vuelve gris y la nieve empieza a caer cubriendo con una capa blanca todo lo que hasta minutos antes estaba lleno de colores intensos.
La criada, que para ese entonces ya es una dama refinada gracias a la loca tía, comienza a caminar hacia el altar mientras a cada paso su vestido azul se convierte en un bello traje de novia; con ello se convertiría en la madrastra de los siete pequeños, quienes hasta ese momento habían evitado a toda costa que su padre contrajera nupcias ya que toda evidencia conocida por ellos hasta ese momento (claro, los cuentos de hadas que leían), indicaba que las madrastras eran brujas terribles a las que debían temer. La niñera, cuyo trabajo ha concluido al educar a los niños y lograr que vuelvan a tener una familia feliz, vuelve al lugar desconocido del cual llegó, nada que no fuera de esperarse.

Yo, por mi parte, paso el día de las madres sentada junto a mi pequeña hija, viviendo en un cuento en que la madrastra ha sido una de las más grandes bendiciones de mi vida y a quien con orgullo y desde lo más profundo de mi corazón puedo llamar “mamá”, esperando que no sólo el final, sino todo este cuento, esté lleno de días lluviosos y grises.

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