Tuesday, May 31, 2011

Pista número tres

Algún momento entre 1983 y 1984, Ella pretende enseñarle a su hermanita cómo se hace el agua de limón:


“Paso número uno es pedi-i que llenen la jarra y la pongan en el fegade-io, luego les pides que pa-itan los -imones y los pongan en un platito junto a la ja-ia, también el ashúcar, después te subes en la escale-ita… bueno, primero tienes que sabe-i caminar, pero mient-ias, fíjate cómo lo hago…”


Ella sube lentamente los tres escalones que la hacen alcanzar la estatura de un adulto.


“…ya que estás a-iba te aga-ias bien, no te vayas a cae-i, ¿ves este mo-etón?... bueno, luego tomas un limón, le pones ashuquitar y lo p-uebas…”


Ella toma un limón cubierto de azúcar y lo lleva a su boca, intenta exprimirlo un poco con sus deditos... cuando termina el azúcar, la acidez del limón la hace cerrar los ojos fuertemente mientras bailotea en lo alto de la escalerita.


“...cuando ya viste que sabe bien, pones el -imón en el etspimidor y lo aplastas con todas tus fue-izas… y luego igual con ot-o -imón y luego otro y luego otro hasta que acabas con todos. Después vacías la ashúcar en el agua y le mueves con esta cucha-ota… y ya”

Wednesday, May 18, 2011

¿?

"No eres estúpida, sólo eres complicada"

Sin comentarios...

Wednesday, March 30, 2011

El abogado del diablo viste a la moda… o como diría mi ex-jefa: El abogado del diablo wears Prada…

En mi entrada anterior mencionaba que soy fan de las películas “rosas”… vaya que lo soy… lo curioso es que cada vez que comienzo a ver alguna con la intención de no sobrecalentar mi cerebro, termino quemándolo irremediablemente.

En agosto de 2002 terminé la licenciatura en Economía, todo un triunfo para mí dadas las circunstancias particulares de mi vida en ese tiempo. Como parte de un lapsus en el que la mayoría de mis decisiones fueron erróneas, creía que tomar el primer empleo medianamente bien remunerado era la opción que mejor resolvería mis necesidades así que, cuando el 3 de septiembre siguiente recibí una llamada preguntándome si podía presentarme al día siguiente a trabajar, no lo dudé.


Sin saber a ciencia cierta cómo lo había hecho, me encontré de pronto trabajando en el piso 10 del WTC, con un sueldo que superaba mis expectativas. Mis funciones ahí requerían mínima atención por parte de mi cerebro, por lo que inicialmente mi idea fue mantenerme en ese lugar únicamente el tiempo que se requiriera para terminar mi tesis, titularme y encontrar algo “relacionado con mi carrera”.


Años después, viendo “El diablo viste a la moda” recibí uno de esos típicos golpes de cruda realidad que las películas rosas suelen darme… yo era una especie bizarra de Andy Sachs trabajando para algo así como una Miranda Milton (hija malcriada de Miranda Priestly, de “El diablo viste a la moda” y John Milton, de “El abogado del diablo). Me había convertido en una pasante de abogado (bastante buena en ello, por cierto) que odiaba estudiar Derecho, llena de responsabilidades laborales (sin olvidar las escolares y mucho menos las personales y económicas), con un sueldo que no compensaba el ritmo de vida que seguía, preocupada por no perder las llamadas que de la oficina hacían a mi celular. Claro que en cierta medida me sentía un tanto poderosa. Los otros pasantes, e incluso algunos asociados, me veían como algo grande, mis ex - jefes a menudo discutían entre ellos para decidir quien de ellos debía encabezar mi lista de prioridades, varios clientes preguntaban directamente por mí si tenían algún asunto por resolver… no sabía lo que era un reloj checador…


Miranda Milton, en su afán de lograr convertirme en una versión extraña de ella, hizo que me detuviera a analizar lo que quería y no en mi vida; decidí que no quería casarme sólo porque “el papelito es lo que cuenta” y divorciarme una y otra vez según fuera conveniente, no quiero tener hijos a los que ni siquiera pudiera (o quisiera) tomarles una llamada, ni ser incapaz de terminar una frase en un solo idioma, no quiero ser esclava de un empleo que me alejara de las cosas realmente importantes, así que después de poco más de ocho años, una mañana tuve la oportunidad de entrar en esa oficina y decir “renuncio”.


Cambié mi lugar de estacionamiento junto al elevador por uno al otro lado de la avenida, reduje mis ingresos a la tercera parte, solté el control del presupuesto, hice a un lado el erróneo concepto de éxito que me persiguió por años para aferrarme a uno propio, más relacionado con la felicidad que con el dinero. Dejé lo que mis ex – jefes llamaban “un gran futuro” para trabajar y perseguir mis sueños.


Anoche, mientras veía la película por enésima vez, me percaté de que hubiera querido, como Andy, arrojar el celular a una fuente en París, pero sólo logré que cayera al WC… aún así, nunca antes me había sentido tan bien.



Andy Sachs: That's not what I... no, that was different. I didn't have a choice.


Miranda Priestly: No, no, you chose. You chose to get ahead. You want this life. Those choices are necessary.

Andy Sachs: But what if this isn't what I want? I mean what if I don't wanna live the way you live?

Miranda Priestly: Oh, don't be ridiculous. Andrea. Everybody wants this. Everybody wants to be us.




John Milton: Freedom, baby... is never having to say you're sorry.

Friday, March 18, 2011

Últimamente...

Ha habido tantas novedades en mi vida, que no he tenido el suficiente tiempo y habilidad necesarios para transformar esta ola de sentimientos y pensamientos en palabras coherentes que puedan ser incluidas en este espacio, espero poder hacerlo pronto... urge.

Friday, January 14, 2011

¿Reglas?

Como a casi toda niña común y corriente, me gustan las “películas rosas para niñas”. No son mis favoritas, pero las disfruto enormemente en un día de pereza mental. Uno de esos días en los que mi elección de programa a disfrutar se basó en la idea de no querer pensar, encontré una película en la cual un hombre viudo, padre de ocho hijos, acostumbrado a vivir bajo numerosas reglas y a mantener el más estricto orden, y una alocada mujer, madre de diez hijos, también viuda, cuya vida se basa en la espontaneidad, contraen nupcias. Como es de esperarse, este matrimonio tiene una serie de consecuencias, algunas cómicas y otras trágicas, para la pareja, quienes inevitablemente llegan tener una discusión en la que, palabras más, palabras menos, argumentan:

El: Los niños deben entender que existen reglas que obedecer.
Ella: ¿Reglas? La única regla que conozco es que todo puede desaparecer en un instante
(refiriéndose, obviamente, a la muerte de su anterior marido).

Fue entonces cuando mi intención de no pensar se vio truncada por la televisión… Yo soy una persona muy poco flexible, que vive implementando reglas en su propia vida, diseñando y detallando una serie de procedimientos hasta para bañarse, aún cuando mi vida se ha sujetado a la "regla" en la que Ella basa su vida.

Sé perfectamente que no soy una autoridad en la materia, pero a juzgar por las experiencias que he tenido, Ella, en sus palabras, encierra mucha razón. La vida da muchas vueltas y algunas nos colocan ante panoramas totalmente nuevos y desconocidos que no siempre cuadran en el esquema de lo que podemos controlar, que pueden tener efectos distintos (algunos emocionan, otros aterran), y apenas estamos acoplándonos a uno, irremediablemente llega otro.

Dos de las pocas constantes que he conocido en mi vida son el cambio y la incertidumbre, y aún así busco aferrarme a todo tratando de evadir el enfrentamiento a lo desconocido, sobre todo cuando me topo con algo bello que quisiera conservar.

Mi más grande tesoro está conformado por todos esos bellos momentos junto a la gente que se ha convertido en familia, desde aquellos que han estado en mi vida desde épocas en que lo más destacado del día era el color de la plastilina que nos tocó, hasta los que en pocos años se han ganado un muy importante lugar entre baños de martinis y largas conversaciones acompañadas de pizza y cerveza.

Si pudiera pedirle un deseo a la vida y saber que será concedido, más que otra cosa (incluso que tener a mi familia nuclear aquí y ahora), sería poder retribuir a esta familia al menos un poco de la felicidad y el cariño que me ha dado, poder borrar sus penas y preocupaciones, poder asegurarle que todo estará bien siempre… pero lo único que puedo hacer es tomar un poco del aliento que me han dado y compartir desde el fondo de mi corazón lo que tengo y lo que soy.

Por eso hoy, Minino, no tengo más que dedicarte el soundtrack de mi blog, de mi refugio; es un poco del aliento que necesito para seguir… es un poco del aliento que te quiero compartir, porque precisamente el truco es seguir respirando, el resto llegará solo y aquí estaremos para recibirlo juntos.