Friday, July 24, 2015

Coming back to life

En la primaria aprendí que los seres humanos nacemos, crecemos, nos reproducimos y morimos. Me parecía natural e iba muy tranquila por la vida, esperando el momento de crecer, imaginando mi futuro como uno parecido al de Susanita (la de Mafalda) y sin mayores preocupaciones hasta que me enfrenté de forma cercana –a muy corta edad– al final de ese ciclo natural. Entonces empecé a hacerme muchas preguntas sobre lo que implicaba morir. Por una parte mi educación en una escuela y hogar católicos, muy conservadores, me hacían imaginar a mis muertos como entes que pasaban sus días al acecho de mis acciones registrándolas y evaluándolas de acuerdo a lo que esperaban (o lo que yo creía que esperaban) de mi comportamiento; así que pasé el resto de mi infancia y la pubertad entera siendo controlada por recuerdos, por miedo a decepcionar a alguien que ya ni siquiera estaba en este mundo. Por otra parte, como si se tratara de otra cara de la misma moneda, vivía cuestionando la razón de vivir si a final de cuentas todos vamos a terminar en el mismo lugar: un hoyo en un cementerio.

La vida es difícil para todos, de distintos modos y por diversas razones. Es normal que en algún momento nos preguntemos por qué y hagamos drama pensando en lo injusto que resulta atravesar por lo que sea que nos toque enfrentar. Si esto no fuera normal, la adolescencia no existiría y no sería de tanta utilidad. Fue justo durante esa etapa de rebeldía cuando, al igual que la mayoría de la gente, empecé a conectar con mis propios gustos e intereses, muchos de los cuales aún me acompañan, como es el caso de Pink Floyd.

Los “descubrí” durante la primera década de mi vida, aunque mi contacto se limitaba a ver o escuchar de vez en cuando “The Wall”. Nunca entenderé por qué no había más música de ellos en casa, sobre todo si tomamos en cuenta que las curiosidades que en ella se encontraban parecían indicar que el género no le desagradaba en absoluto a mi entrenador musical de cabecera, léase, mi padre. Con el correr de los años y casi siempre por casualidad, me fui topando con cada uno de sus discos. El orden y las circunstancias en que ello sucedió carecen de relevancia, pero lo importante es que sin falla llegaban a insertarse de forma permanente en mi cabeza y se convirtieron en parte fundamental del soundtrack de mi vida.

En realidad pocas veces se llega a escuchar alguno de sus discos fuera de mi mente, es un gusto que generalmente guardo para mí. Quizá por eso cuando por alguna razón me vuelvo a topar con ellos mis prioridades musicales cambian. Hace poco sucedió de nuevo, cuando cargaba en la computadora algo de música para escuchar en la oficina. Junto con mi adorada lista de reproducción titulada “Enero 2015”, quedó disponible en mi iTunes la discografía completa de la banda que me ha acompañado en algunos de los momentos más importantes de mi existencia. Así que mientras escribo mi articulito sobre las barreras al turismo, mi corazón late a su propio ritmo y mi alma se siente reconfortada; entonces hago una pausa y escribo esto para dejar constancia del re-descubrimiento de un disco que vio la luz hace más de 20 años y a pesar de ello parece que fue apenas ayer cuando me emocionó por primera vez.

Cuando The Division Bell salió a la venta lo hizo sin causar impresión en mí, tal vez porque mi interés en el metal y mis 15 años de edad me mantenían concentrada en la voz y la actitud de Phil Anselmo, la guitarra de John Petrucci y el trasero de Axl Rose. Aun así encontró un espacio para estar presente en los momentos en los que se empezó a formar mi idea sobre por qué y cómo debía vivir mientras se acabara mi tiempo en este mundo, para darme un poco de calma en medio de la revolución interna y del sentimiento de no pertenecer a ningún lugar.

Hoy, al volver a escuchar la voz de David Gilmour cantar“where were you when I was burned and broken while the days slipped by from my window watching and where were you when I was hurt and I was helpless?”, me doy cuenta de que mi adolescencia no hubiera sido la misma sin ellos y que en parte les debo el hecho de que hoy crea que en este mundo lo que debemos hacer es nacer, crecer, amar, aprender, llorar, reír, soñar, volver realidad los sueños y sólo después de repetir todo esto una y otra vez, morir tranquilos llenos de satisfacciones. Ese es el ciclo en el que creo, es el que he venido a vivir.

Friday, July 10, 2015

I'll be back

He dejado de escribir en este espacio no porque no tenga algo que expresar, sino por todo lo contrario. Desde hace poco más de un año empecé una de las aventuras más gratificantes de mi vida, pero también ha sido una de las más desgastantes y absorbentes. Los cambios que ha experimentado mi rutina en los últimos meses han conllevado a otros más profundos y quizá menos perceptibles. Mi visión del mundo y de lo que quiero mientras sea parte de él también ha atravesado por un periodo de redefinición. Mi corazón también ha tenido su propio ritmo, se ha emocionado en días maravillosos y ha querido detenerse en otros en los que la tristeza lo abruma, pero sigue latiendo con fuerza.

Hay muchas cosas que quiero escribir y espero poder hacerlo pronto… quizá en un espacio como el que encontré hoy, entre artículos por leer, cronogramas por seguir y entregables por preparar. El reto es seguir.

Thursday, March 7, 2013

Terapia doble, o después de un martes de mierda, viene la calma… Abusando de los paréntesis.



Hay días en que resulta bastante difícil poner buena cara y no pensar en lo estúpido que puede ser uno por confiar en y dar mucha importancia a la gente equivocada.

Cuando cursaba el primer año de primaria tuve mi primera depre ocasionada por ese sentimiento de no pertenecer al lugar en el que me encontraba. Recuerdo haber llorado durante días porque no me agradaba la escuela ni la gente que me rodeaba en ella.  Mamá decía que sólo era cuestión de acostumbrarme a un nuevo ritmo (con más tareas, una maestra gritona y en un edificio diferente al del kínder en el que pasé 4 de los 6 años que tenía en ese entonces), y que con el tiempo volvería a estrechar lazos con mis amigas, quienes seguramente se distanciaban por el mismo sentimiento de extrañeza que me rondaba a mí… pero eso no sucedió. Sin embargo, con el tiempo y pese a las vueltas que me llevaron y trajeron a esa escuela, pude acoplarme e integrarme a medias, aunque nunca llegué a sentirme realmente parte de ese entorno.

El punto, y tal vez mi problema, es que hasta este martes seguía intentando encajar en algo a lo que no pertenezco y entonces de pronto me llegó una “señal” –quizá de muchas que pasé inadvertidas- indicándome que ese no es el camino y que realmente no vale la pena seguir tratando de ser o tener algo que no es para mí.  Pero en esta ocasión había una gran diferencia: tuve a mi lado a alguien que realmente escuchara lo que tenía que decir, alguien con quien pude expresar ese nudo de sentimientos que se fueron acumulando con los años, aun cuando ni yo misma me había dado cuenta de ello.  Y entonces ese alguien cambió sus planes para acompañarme y apagar la amargura de mi martes con un miércoles verdaderamente delicioso… (y escribo miércoles porque así lo marcó el calendario, refiriéndome en realidad al resto de mi vida).

Mentiría si digo o escribo que todo es miel sobre hojuelas y que este es el final feliz con el que termina esta historia (como quien se topa por casualidad con un príncipe azul que llega y de deshace de la bruja mala del cuento) por dos sencillas razones: la primera es que en realidad todo comenzó hace ya algún tiempo, mucho antes de este martes fatídico; y la segunda es que ha estado plagada de altibajos, como es natural.  Llevamos algún tiempo trabajando sobre aspectos que no terminan de ajustarse, tratando de incrementar los buenos momentos y de solucionar y aprender de los no tan buenos y justo en este punto todo se mezcló.

Como todo buen héroe, ese alguien llegó con la intención era hacerme pasar una tarde de miércoles linda para olvidar el mal martes, con una invitación a toparnos con una de nuestras consentidas: Meryl Streep en Hope Springs. Aun cuando la crítica no la ha ayudado mucho, no se trata de una película mala y tampoco tan aburrida como se ha dicho. No es una historia de amor ni desamor, es una historia de un matrimonio como cualquier otro, enfocándose en uno de los muchos aspectos que le han dado forma durante los 31 años que Arnold (Tomy Lee Jones) y a Kay (Meryl Streep) han estado juntos y que los han llevado a un punto en el que no están seguros de si vale la pena continuar, lo que los lleva a una terapia de pareja con el Dr. Feld (Steve Carell).  Supongo que, como siempre, todo dependerá del cristal con que se mire, y fuera de las críticas técnicas (he de reconocer que tanto el tema como las actuaciones de los protagonistas daba para mucho más), las opiniones tendrán más relación con la forma en que vivimos nuestras relaciones… o lo que es lo mismo: cada quien hablará dependiendo de cómo le ha ido en la feria.

Al salir de la sala hice una escala obligatoria después de beber tanto refresco y, mientras me lavaba las manos perdida en el reflejo del espejo, me topé con un grupo de mujeres de unos 60 años de edad que platicaban con mucho sentimiento sobre sus impresiones de la película, una de ellas se sentía identificada al grado de casi llorar y las otras en general opinaban que sin importar lo que uno se atreva a reconocer, en todos los matrimonios hay al menos ‘algo’ de lo que Arnold y Kay tenían, refiriéndose tanto a los aspectos positivos como negativos. 

Me generó cierta curiosidad la dinámica del grupo, por un momento pensé en “las winners” (nombre con el que resumo la razón de mi mal martes) y traté de imaginar sus opiniones… definitivamente hubieran odiado la película y satanizado el matrimonio, sobre todo a aquellos que de una u otra forma han (o hemos) tratado se sacar adelante una relación (o mejor dicho, a los que han (o hemos) tenido alguna relación que valga la pena sacar adelante).  Luego pensé en las parejas de recién casados que conozco (o aquellas, incluyendo la mía, cuya relación es lo suficientemente seria o formal para ser consideradas en esa categoría) y en ese comentario/consejo/sentencia, tan sonado en las bodas, que en términos generales hace referencia a lo complejo que es acoplarse a una vida nueva junto a alguien que, aun con todo el amor del mundo, puede resultar ser en algunos aspectos un completo e irritante desconocido a la luz de la cotidianidad… y por supuesto, la esperanza de que con el tiempo, la voluntad y el buen tino para “amaestrar” al otro, todo termine en: “y vivieron felices por siempre”… cosa que en el mundo real dista mucho de lo que significa en un cuento de hadas.

Salí al pasillo al mismo tiempo que el grupo de señoras para, todas al mismo tiempo, reunirnos con nuestras respectivas parejas mientras me retumbaba en el cerebro una escena en la que el Dr. Feld se encuentra en una sesión de terapia con Arnold:

Arnold: "You come up here for one week and you're supposed to have a new marriage?"

Dr. Feld: "Arnold, your wife is very unhappy and you have to ask yourself, 'have I done all I could?'"

Y (como diría el adulto Kevin Arnold al narrar alguna de las aventuras de sus años maravillosos) entonces sucedió: ahí estaba yo, sintiéndome completamente aludida, recordando mi sesión de terapia del lunes anterior –como si todo lo relevante se hubiera agendado para la misma semana- siguiendo las instrucciones del Dr. Feld, cuestionándome si de verdad he puesto todo de mi parte para inyectar energía no sólo a mi relación de pareja sino a otros aspectos importantes de mi vida, porque, ¡vaya coincidencias!, justo el mismo día había yo decidido explorar cierto ejercicio introspectivo llamado “la rueda de la vida” de mi agenda 2013.

Después de dar varias vueltas al asunto llegué a la conclusión de que no, no he hecho todo lo posible, aún queda mucho por trabajar, por enmendar, por construir; quedan muchas experiencias por compartir y es en ellas en las que tengo la oportunidad de hacer florecer un poco más de mí y con ello un poco más de mis relaciones.

A final de cuentas, la invitación que pretendía ser un apapacho contra el mal sabor de boca del martes, terminó siendo bastante instructiva y alentadora para prestar la atención debida y equilibrar dos de los muchos aspectos de mi vida que piden a gritos los ajustes necesarios para funcionar correctamente; terminó siendo una dulce y tranquila tarde de miércoles, muestra de los pequeños detalles con los que mi héroe/príncipe y yo escribimos nuestra historia... incluyendo en ella a la gente que de verdad vale la pena, aunque claro, por más que se trate de ser selectivo siempre existe el riesgo de volverse a equivocar.



Por cierto, gracias al mal servicio de Telmex, los boletos para el cine fueron gratuitos...


Thursday, February 28, 2013

Feliz fin de año

Comencé el 2012 sin agenda, así que no recuerdo mucho de lo que hice o dejé de hacer en enero y febrero de ese año; sin embargo, sé que en algún momento en ese segundo mes fuimos a Plaza Cuicuilco y entramos a Sanborns a comprar alguna revista, fue entonces cuando me topé con una “Agenda Gourmet” de la que me enamoré perdidamente, así que JJ me la compró y marzo marcó el inicio de mi registro anual.

“Jueves 1 de marzo: Leí “Un tal Lucas” de Julio Cortázar…”

Hoy es el último día de esa agenda y no puedo evitar revisarla y hacer un breve recuento de los momentos vividos, o mejor dicho de ese subconjunto de experiencias registradas. Me habría gustado leer un poco más, o tomar nota de todas las películas que ví, o de muchas experiencias que sólo quedaron grabadas en la memoria, pero no puedo quejarme, estoy satisfecha con lo que encuentro escrito y me emociono al recordar las aventuras que viví y las lecciones que aprendí. Me siento muy contenta por los libros que leí, por el cuentito que le escribí a JJ, las visitas al cine, los conciertos, las pláticas con los amigos, ese restaurante que más bien fue un sueño hecho realidad, ese otro que le agregó un plus a nuestro aniversario.

Hoy que termina el mes, se terminan las páginas de la que durante 365 días fue mi compañera inseparable. Hoy busco nuevas lecturas para iniciar mi nuevo año. Hoy hago el propósito de tomar más notas, de realizar más proyectos, de tener más momentos lindos que registrar en la nueva agenda que JJ me regaló.

Hoy me despido de mi Agenda Gourmet con ese buen sabor de boca que cada semana me dejó, en esta ocasión por cortesía de Groucho Marx:

“Bienaventurados los que tienen sed de cultura; porque es señal de que ya comieron…”

Thursday, January 10, 2013

2013

En febrero de 2012 JJ me compró, en una de nuestras visitas al Sanborns de Plaza Cuicuilco, una agenda ajustable, de esas a las que uno le escribe el mes y los días, así que mi registro oficial empezó en marzo de ese año.

Vale mencionar que se trataba de una “Agenda Gourmet”, que incluye algunas recetas y una nota semanal que bien podía ser algún consejo, una frase célebre o un dato curioso, pero siempre relativo a la gastronomía. Decidí tomar nota de las cosas nuevas que haría, de los libros que leería, los sucesos importantes que se me atravesaran, más que una agenda sería un diario.

Hoy abrí mi agenda para tomar nota de los puntos sobresalientes de la última semana y revisar un poco lo que fueron mis días durante 2012 (eso siempre se pone de moda en esta época del año y no pude evitar caer en ello). Sentí cierta tristeza al ver más espacios vacíos de los que imaginé al empezar el proyecto y resolví hojear con un poco más de detalle; me di cuenta de que algunos de los espacios en blanco corresponden a asuntos no registrados que deberé reconstruir mentalmente para completar el diario, algunos no tan agradables como otros, pero que definitivamente ayudarán a construir los momentos que vengan durante el año que inicia, enmendar en la medida de lo posible los errores cometidos y acabar o por lo menos disminuir los vicios que tan malos ratos me hicieron pasar.

En este ejercicio llegué a la página de la primera semana de enero, a medio llenar, esperando que escribiera más detalles sobre sus altas y sus nefastas bajas que, dicho sea de paso, aún no termino de asimilar… todo se nubla con esa charla de la noche del 5 de enero en la que mi cerebro vomitaba sin orden los sentimientos que no lograba procesar… y entonces veo la nota de la semana: “Este es mi invariable consejo para todos: aprendan a cocinar. Prueben nuevas recetas, aprendan de sus errores, no tengan temor y por sobre todo, ¡diviértanse!”. Julia Child.

Julia fue mi compañera de este año, la amiga imaginaria con la que hablo cuando nadie más puede escuchar (no sé si sea locura, pero desde que tengo memoria he estado rodeada de este tipo de amigos, algunos se instalan en vida por unos cuantos días, otros pasan temporadas más largas a mi lado), durante los últimos meses a ella le he confiado mis secretos; y ahí estaba ahora dándome una especie de respuesta “aprendan de sus errores, no tengan temor y por sobre todo, ¡diviértanse!”. Aún no toma una forma concreta, pero me da ánimo.

Así que suspendo la revisión, mejor continúo mi lectura, después de todo en lo que va de 2013 he leído dos libros y un magnífico cuento, he adoptado un pillow book, he caminado en las mañanas al menos 2 km. de la mano de JJ (o atrás de él, o lo he alcanzado corriendo si se adelanta porque se ha hecho tarde), me emocioné con la felicidad de una de mis mejores amigas, al esperar el autobús en la esquina de la casa observé los globos que llevaban las cartas en las que los niños envían sus deseos a los Reyes Magos mientras le platicaba historias de mi infancia a JJ, re-evalué la importancia de obtener mi título, colaboré para que JJ obtuviera un premio en una trivia de cine y hasta tuve una entrevista de trabajo. No sé qué vaya a suceder después, pero por lo pronto hoy el panorama no se ve tan oscuro y más vale apuntar de una vez que el cielo está más azul que de costumbre, que el aire frío se siente delicioso en mis mejillas, que sin duda la vista desde casa será preciosa esta tarde y, como nota al margen, que debo empezar a buscar una agenda para 2013.

Nota: Esta entrada fue escrita ayer; el clima de hoy, con ese sol tan brillante, no es tan agradable.

Wednesday, August 15, 2012

Bon appétit

Desde que tengo uso de razón he tenido conflictos con mi edad, siempre me ha parecido que soy más vieja de lo que quisiera ser, supongo que esto les sucede a varias personas sobre todo mayores de 30 años, pero no creo que sea lo más normal llegar a primero de primaria sintiendo que no se ha logrado nada en la vida… como me sucedió. Con este antecedente uno puede imaginar los conflictos internos que me han perseguido a lo largo de los años ocasionados por mis fallas en dimensionar tanto los logros como los fracasos que he tenido, la permanente lucha entre la satisfacción y la frustración que esto ha generado y las consecuencias tanto positivas como negativas de ello.


Ayer por la tarde me topé con Kitchen Boss en la televisión y mientras casi moría del antojo del spaguetti a la carbonara que veía, escuché a Buddy Valastro alabar la comida que preparaba su mamá y decir que uno aprende a cocinar bien cuando tiene una madre que cocina tan delicioso,. Pasé un rato pensando que mi caso es muy distinto porque, si bien la mía cocinaba muy bien y aprendí algunas cosas de ella, no tuvimos oportunidad de tener ese curso madre-hija que me hubiera caído de maravilla. Ciertamente tuve a mi abuela paterna y a mi mamá Aurea, quienes fueron mis primeras influencias y guías en la gastronomía, cuyas recetas me transportan a los días de mi infancia y adolescencia.


Julia Carolyn McWilliams nació el 15 de agosto de 1912 en Pasadena, California. En 1946 se casó con Paul Cushing Child, miembro de la diplomacia americana que para 1948 fue trasladado a Francia, en donde la relación de Julia con la cocina se vuelve tan cercana y tan fuerte, que la catapulta como presentadora, escritora y chef de la cocina francesa. Colaboradora del Boston Globe, anfitriona del show The French Chef, fundadora del American Institute of Wine and Food, condecorada con la Legión de Honor del gobierno francés y la Presidential Medal of Freedom; falleció en agosto de 2004, poco antes de cumplir 92 años de edad.


Hoy, a los 33 años de edad, con una licenciatura sin título, una inconclusa, muchas deudas, y una vida profesional plagada de altibajos, no puedo evitar a ratos, sentir cierta frustración, que he hecho prácticamente nada con mi vida, que aún están pendientes de desarrollo algunos aspectos importantes y, peor aún, que ya es demasiado tarde para ello... y entonces me acuerdo de Julia…

La historia de Julia Child es más de lo que puede caber en estas líneas, llega mucho más allá de los reconocimientos, críticas, fama y comparaciones; es la historia de una gran amante de la cocina, una mujer que ya entrada en la tercera década de su vida transformó su pasión en su más grande éxito.

Ahora sólo pienso en llegar a casa y preparar para la cena ese spaguetti a la carbonara con la receta de Buddy que tanto se me antojó ayer…


Find something you're passionate about and keep tremendously interested in it.
Julia Child



Tuesday, May 31, 2011

Pista número tres

Algún momento entre 1983 y 1984, Ella pretende enseñarle a su hermanita cómo se hace el agua de limón:


“Paso número uno es pedi-i que llenen la jarra y la pongan en el fegade-io, luego les pides que pa-itan los -imones y los pongan en un platito junto a la ja-ia, también el ashúcar, después te subes en la escale-ita… bueno, primero tienes que sabe-i caminar, pero mient-ias, fíjate cómo lo hago…”


Ella sube lentamente los tres escalones que la hacen alcanzar la estatura de un adulto.


“…ya que estás a-iba te aga-ias bien, no te vayas a cae-i, ¿ves este mo-etón?... bueno, luego tomas un limón, le pones ashuquitar y lo p-uebas…”


Ella toma un limón cubierto de azúcar y lo lleva a su boca, intenta exprimirlo un poco con sus deditos... cuando termina el azúcar, la acidez del limón la hace cerrar los ojos fuertemente mientras bailotea en lo alto de la escalerita.


“...cuando ya viste que sabe bien, pones el -imón en el etspimidor y lo aplastas con todas tus fue-izas… y luego igual con ot-o -imón y luego otro y luego otro hasta que acabas con todos. Después vacías la ashúcar en el agua y le mueves con esta cucha-ota… y ya”