Wednesday, March 30, 2011

El abogado del diablo viste a la moda… o como diría mi ex-jefa: El abogado del diablo wears Prada…

En mi entrada anterior mencionaba que soy fan de las películas “rosas”… vaya que lo soy… lo curioso es que cada vez que comienzo a ver alguna con la intención de no sobrecalentar mi cerebro, termino quemándolo irremediablemente.

En agosto de 2002 terminé la licenciatura en Economía, todo un triunfo para mí dadas las circunstancias particulares de mi vida en ese tiempo. Como parte de un lapsus en el que la mayoría de mis decisiones fueron erróneas, creía que tomar el primer empleo medianamente bien remunerado era la opción que mejor resolvería mis necesidades así que, cuando el 3 de septiembre siguiente recibí una llamada preguntándome si podía presentarme al día siguiente a trabajar, no lo dudé.


Sin saber a ciencia cierta cómo lo había hecho, me encontré de pronto trabajando en el piso 10 del WTC, con un sueldo que superaba mis expectativas. Mis funciones ahí requerían mínima atención por parte de mi cerebro, por lo que inicialmente mi idea fue mantenerme en ese lugar únicamente el tiempo que se requiriera para terminar mi tesis, titularme y encontrar algo “relacionado con mi carrera”.


Años después, viendo “El diablo viste a la moda” recibí uno de esos típicos golpes de cruda realidad que las películas rosas suelen darme… yo era una especie bizarra de Andy Sachs trabajando para algo así como una Miranda Milton (hija malcriada de Miranda Priestly, de “El diablo viste a la moda” y John Milton, de “El abogado del diablo). Me había convertido en una pasante de abogado (bastante buena en ello, por cierto) que odiaba estudiar Derecho, llena de responsabilidades laborales (sin olvidar las escolares y mucho menos las personales y económicas), con un sueldo que no compensaba el ritmo de vida que seguía, preocupada por no perder las llamadas que de la oficina hacían a mi celular. Claro que en cierta medida me sentía un tanto poderosa. Los otros pasantes, e incluso algunos asociados, me veían como algo grande, mis ex - jefes a menudo discutían entre ellos para decidir quien de ellos debía encabezar mi lista de prioridades, varios clientes preguntaban directamente por mí si tenían algún asunto por resolver… no sabía lo que era un reloj checador…


Miranda Milton, en su afán de lograr convertirme en una versión extraña de ella, hizo que me detuviera a analizar lo que quería y no en mi vida; decidí que no quería casarme sólo porque “el papelito es lo que cuenta” y divorciarme una y otra vez según fuera conveniente, no quiero tener hijos a los que ni siquiera pudiera (o quisiera) tomarles una llamada, ni ser incapaz de terminar una frase en un solo idioma, no quiero ser esclava de un empleo que me alejara de las cosas realmente importantes, así que después de poco más de ocho años, una mañana tuve la oportunidad de entrar en esa oficina y decir “renuncio”.


Cambié mi lugar de estacionamiento junto al elevador por uno al otro lado de la avenida, reduje mis ingresos a la tercera parte, solté el control del presupuesto, hice a un lado el erróneo concepto de éxito que me persiguió por años para aferrarme a uno propio, más relacionado con la felicidad que con el dinero. Dejé lo que mis ex – jefes llamaban “un gran futuro” para trabajar y perseguir mis sueños.


Anoche, mientras veía la película por enésima vez, me percaté de que hubiera querido, como Andy, arrojar el celular a una fuente en París, pero sólo logré que cayera al WC… aún así, nunca antes me había sentido tan bien.



Andy Sachs: That's not what I... no, that was different. I didn't have a choice.


Miranda Priestly: No, no, you chose. You chose to get ahead. You want this life. Those choices are necessary.

Andy Sachs: But what if this isn't what I want? I mean what if I don't wanna live the way you live?

Miranda Priestly: Oh, don't be ridiculous. Andrea. Everybody wants this. Everybody wants to be us.




John Milton: Freedom, baby... is never having to say you're sorry.

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