Wednesday, January 7, 2009

El primer día del resto de mi vida

Es primero de enero, un nuevo año. La mayoría de las personas que conozco dedica este día en particular a realizar actividades que representen de alguna forma lo que esperan del resto del año, en cambio para mí es el día del descanso, de la televisión, de los tazones colegiales, de vivir en pijama con el control remoto de la TV en una mano y un pedazo de pizza en la otra. Es el día de hacer una pausa en el estrés de mi vida cotidiana y escapar a un mundo en el que puedo ser y hacer lo que quiera, de imaginar –como lo hacía cuando era niña- lo que quiero ser de grande. Es difícil hacerlo cuando los 30 se acercan y la vida no ha dejado de dar vueltas ni de sorprenderme con situaciones extraordinariamente bizarras que bien podrían ahuyentar al soñador más perseverante.

Asi que, aunque por mi mente no cruzan ideas sobre ser astronauta ni bombero, sigo buscando la forma de ser feliz, de levantarme cada día con una sonrisa porque disfruto mi vida, sigo buscando la forma de reinventar lo que soy y encontrar la forma de dejar atrás todo lo que pudiera atentar contra esa felicidad.

Hace algunos días buscaba la forma de dejar absolutamente todo y fugarme a cualquier lugar desconocido, en donde no exista la presión de las expectativas de la gente sobre mí, donde no tenga nada que perder y sí un mundo diferente por conocer, donde pueda encontrar un rumbo distinto para mi vida, uno que pueda elegir yo, uno que no sea impuesto por las circunstancias. Pensando e imaginando cuál sería ese paradisiaco lugar, mi mente viajó en el tiempo y el espacio hasta encontrar aquel momento en que mis sueños se empezaron a formar, un punto difícil de definir pero situado entre el aroma del café y la canela, sobre una mesa de trabajo metálica cubierta de harina, huevo y leche, en los días de cielo azul y aire frío, en aquellos domingos en los que mientras mi mami compartía conmigo el secreto de sus recetas, mi papá me clavaba en el corazón el amor por el football al narrar cada partido en términos que cualquier pequeña de 5 años pudiera entender.

Me dí cuenta de que mi felicidad no está más allá de mi cocina (lo cual resulta bastante conveniente en lo que a mudanzas se refiere) y que no necesariamente debo dejar todo e irme lejos, sólo debo dar pequeños pasos, pero firmes.

Hoy, puedo decir que ha llegado el momento de -realmente- empezar a jugar a mi manera; aunque perdí el volado y mi línea defensiva fue la primera en salir al campo, el equipo contrario no hizo daño irreparable alguno, aún hay tiempo suficiente para recuperarme y poner el marcador a mi favor.

Hoy es el primer día del resto de mi vida, tengo el balón en mis manos y cuatro oportunidades para avanzar... el partido apenas comienza y por el momento sólo debo preocuparme por las siguientes 10 yardas.

Primera jugada: Brulée de fresas.

2 comments:

Iván *El Gato Azulgrana. said...

si de algo te sirve, te presto esa cancioncita de Fobia que está en mi blog (por algo es que no la quito, para no olvidarme del mundo felíz que anhelo).
Es raro, bien lo dijo pepe en el suyo, en este medio decimos mucho más que cuando nos vemos, mostramos otro aspecto.
Que bien el habernos encontrado, me agradas.

Negui said...

Lo bueno de este medio es que he conocido otros aspectos, pensamientos y formas de ver la vida de algunas personas que conozco en otros ámbitos, disfruto la parte del blog que agrega cierto factor sorpresa a mis relaciones fuera de él... no por nada te leo.